Fue durante esa estancia en España cuando prendió en él la idea base de la obra, a saber, las estructuras dominantes en cada época marcan el pensamiento y la percepción de la realidad por la sociedad, todo ello en un momento histórico donde amenazaban los totalitarismos que desembocaron después en la Segunda Guerra Mundial.
La cuestión a la que pretende responder es si la humanidad es capaz de definir su futuro, modificar la estructura de la conciencia dominante y abordar el futuro con otros parámetros mentales.
Así, tomando evidencias históricas de todos los campos de la cultura, Gebser identifica cinco estados evolutivos en la conciencia: la estructura arcaica y original, la mágica, la mítica, la racional y la que apunta para un futuro: la integral.
[4] Hace así un recorrido por lo que se llama en la obra la «historia de la conciencia» y llega a la figura del hombre íntegro y, por tanto, de la conciencia íntegra, en contraposición con el superhombre.
La obra concluye una visión optimista del futuro, donde lo mensurable y la temporalidad quedan superados por un valor mayor a la calidad de la vida y, por lo tanto, a un concepto también de felicidad íntegra.