Oliba Cabreta

A finales del siglo XIV es mencionado en la Crónica de San Juan de la Peña en la cual el cronista explica que cuando el conde era airado «sempre movia l'un peu en semblança de cabreta qui vol cavar» —siempre movía un pie como cabrita que quiere cavar—, y es mencionado asimismo en Flos mundi (siglo XV).

Pere Tomich, a mediados del siglo XV, añade otro motivo al sobrenombre: «Jamés podia parlar si primer no donava colps ab lo peu en terra IIII o V vegades, així com si fos cabra» —Jamás podía hablar si primero no daba golpes con el pie en la tierra 4 o 5 veces, como si fuera cabra—.

La descomposición del poder carolingio, acaecida durante el último cuarto del siglo IX condujo a que, tras la muerte en 897 de Wifredo el Velloso, sus hijos heredaran los condados sin que se los concediera el rey franco.

La transmisión hereditaria de los condados era una práctica ilegal que, además de desacreditar la autoridad real, convertía un cargo público en patrimonio familiar; así, a finales del siglo IX, no existía un criterio establecido para determinar cómo se debía llevar a cabo la sucesión.

[7]​ La condesa Ava tuteló y administró los condados durante la infancia de los hijos.

Oliba aparece documentado por primera vez el año 936 comprando unas tierras del Vallespir con su madre.

Poco tiempo después el segundo hijo, Wifredo II, se hizo cargo del condado de Besalú.

[9]​ Sunifredo II muere sin descendencia el año 965 y Oliba se convierte conde de la Cerdaña.

[13]​ Su supuesto exilio y muerte en Montecasino, más o menos admitido por la historiografía moderna es una cuestión desconcertante, ya que toda la historiografía medieval lo sitúa enterrado en Ripoll e ignora el viaje a Montecasino.