El ocio como experiencia suele enfatizar las dimensiones de la libertad y la elección percibidas.
Si no fuera así, la gente habría trabajado en lugar de tomarse el tiempo libre.
[6] Sin embargo, la distinción entre ocio y actividades inevitables no está definida de forma rígida; por ejemplo, a veces las personas realizan tareas relacionadas con el trabajo por placer y también por una utilidad a largo plazo.
Juntos, estos elementos configuran las condiciones materiales y simbólicas, subjetivas y objetivas que pueden – o no – hacer del ocio un potente aliado en el proceso de transformación de nuestras sociedades, convirtiéndolas en más humanas e inclusivas.
[9] Según Gomes y Elizalde (2013), en los estudios sobre el ocio difundidos en Occidente es posible verificar que las raíces de este abordaje generalmente son localizadas en la Grecia clásica o en la modernidad europea.
Por eso, en lo que concierne a las personas comunes, otium significaba descanso y diversión proporcionados por los grandes espectáculos.
De esta forma, el trabajo (negocio y comercio) también representaba la negación del otium.
Para muchos estudiosos, entre los cuales se destaca Dumazedier (1976), el ocio surgió en la modernidad europea en el siglo XXI como fruto de la revolución industrial acontecida, en los principales centros urbanos de Europa, sobre todo en Inglaterra.
Ambas interpretaciones colaboran con el mantenimiento de una lógica evolutiva y lineal que define los tiempos, las historias, las culturas y las prácticas de todas las realidades, de todos los pueblos que, a su vez, deben anhelar el modelo occidental – urbano, industrial y capitalista – como el ideal a ser alcanzado para acceder al supuesto progreso.
De esta manera, lo que “surgió” en Europa en el siglo XIX fue el concepto de ocio tal como lo entendemos actualmente en Occidente, y no la realidad que este pretende representar.
De acuerdo con Gomes y Elizalde (2012),[10] desde el siglo XX estas dos distintas interpretaciones sobre el origen del ocio han generado profundas polémicas cuando se busca retomar la historia de este fenómeno.
En general, ambas son ampliamente utilizadas en las teorías sobre el ocio que orientan y fundamentan los estudios sobre esa temática en varias partes del mundo, ejerciendo influencias significativas sobre los conocimientos difundidos en los distintos países de Latinoamérica.
Esas interpretaciones aun cuando son dotadas de lógicas propias, se refieren a realidades específicas pertinentes cuando se trata de Europa, por ejemplo, pero son inadecuadas e insuficientes para discutir el ocio y la recreación en Latinoamérica.