Aunque bajo, sufriendo una hernia y con una pierna tullida por ser aplastada por el caballo en una caída, Owen trabajaba solo, para minimizar el riesgo de traición, rompiendo muros y a menudo de noche, con la única iluminación disponible, velas.
Con su habilidad constructora creó numerosos e ingeniosos escondites y refugios para los católicos perseguidos.
Es probable que algunos aun no hayan sido descubiertos.
No lograron que el pequeño albañil confesase nada.
Siguió con su labor de protección de los católicos perseguidos y, ya como coadjutor, se entregó para salvar a los padres Garnet y Oldcorne, a quienes consideraba más valiosos que él mismo para la evangelización de Inglaterra.