Kaufmann se convirtió en arreglista y director musical del Cabaret Cornichon.
Sus trabajos como pianista llegaron pronto a la prensa, que las comentó de forma positiva.
Tras la II Guerra Mundial, Kaufmann se centró en la composición de música para el teatro, el ballet y el cine (1960).
En su testamento dictó que de su patrimonio se concediese una beca anual a un joven músico suizo.
Pero ambos mantuvieron un estrecho contacto por carta, hasta que se interrumpió en 1939 con el traslado de Horowitz a los Estados Unidos.