En el libro se refleja la creciente histeria de la época en Rusia, cuando simples errores o comentarios informales podían ser vistos como muestras de sabotaje y traición, como también escribió Milan Kundera en La broma.
Asimismo, Niños del Arbat destaca por su descripción de Iósif Stalin como un personaje intrigante y paranoico.
En palabras del escritor húngaro Mihály Dés "El gran mérito de Ribakov no es que su Stalin se parezca al original (esto se sobreentiende), sino que es un auténtico personaje de ficción.
Aunque pudo haberse publicado con mayor facilidad fuera de la Unión Soviética, Rybakov pensó que era un libro para sus compatriotas y que, por tanto, debía editarse primero en Rusia.
[2]La impecable traducción del ruso al castellano estuvo a cargo de Isabel Vicente