El término fue propuesto por primera vez por Gérard Genette en Figuras III[1] y completado posteriormente por Gerald Prince.
Por lo tanto, el narratario se localiza en el mismo nivel diegético que el narrador.
Estas instancias no deben confundirse con sus equivalentes reales, virtuales o ideales.
[4] En este sentido, el narratario no debe confundirse con el lector real: este último existe y está encarnado en la persona que lee, el otro es producto de la ficción.
Tampoco debe confundirse con el lector virtual o implícito, ya que éste es el lector que el autor se imagina y proyecta dotándolo de cualidades, capacidades, gustos, etc. Y por último, tampoco debe confundirse con el lector ideal, es decir, la instancia lectora que sería capaz de comprender la totalidad del texto.