Sobresalen en el mismo las murallas, el castillo, la iglesia parroquial, el barrio del Albaicín, que cubre la casi totalidad del recinto amurallado, y edificios y portadas de mayor empaque y señorío diseminados en el conjunto, testigos de la importancia que en pasados siglos alcanzó la villa.
La muralla permanece casi entera, aunque en muchos de sus tramos se han adosado viviendas.
La fábrica es de sillares en las esquinas y mampostería en los entrepaños.
Del castillo, que llegó a ser una de las más inexpugnables fortalezas de su tiempo, sólo subsisten los muros exteriores y los cubos y torreones.
Reconquistada en tiempos de Fernando III el Santo, éste la tuvo en señorío o heredamiento; pasó después a depender de la órdenes militares.