En este ambiente, muchas localidades fueron naciendo, consolidándose y creciendo muchas (entre ellas, Fuencaliente, que debe su nombre a que cerca de ella se encuentra el pequeño manantial termal de La Ermita).
Entre los bienes con que se fundó la abadía, sobresalían las fincas situadas en el término municipal de Fuentearmegil, llamadas “El monte Carrascal” y “La Dehesa de la Laguna Hermosa” (actualmente denominada “La Gulinosa”), que abarcaban, junto con otras propiedades, los pueblos de Fuencaliente, Rivalva, Santervás y Zayuelas.
Perales, Gradefes y Cañas, que habían sido fundados antes, pusieron serios problemas y mostraron su frontal oposición a su integración: no aceptaban como cabeza rectora un monasterio recién fundado, considerando que todos debían prestar obediencia, como filiales que eran, al Monasterio de Santa María de la Caridad de Tulebras, en (Navarra), primera abadía de monjas bernardas españolas fundado en 1157.
La iglesia monacal era de estilo románico, con una capilla lateral a la altura del ábside dedicada a Santa Cecilia, con pila bautismal, motivo canónico para que el cura de Fuentearmegil, a cuya jurisdicción parroquial pertenecía Fuencaliente, reclamara ante la Audiencia Episcopal de Osma una parte proporcional a los diezmos del lugar.
La familia Avellaneda tuvo tal poder en la comarca a lo largo del siglo XV que Ruy González de Avellaneda quiso fundar un monasterio jerónimo en Aranda de Duero, y de no poder allí, se hizo donde la Orden dispuso, en Valladolid (Nuestra Señora del Parado).
Actualmente, sus ruinas pueden verse en el cementerio de Fuencaliente mezcladas con las sepulturas.