Inicialmente eran propiedad de órdenes religiosas o señores nobiliarios, que los arrendaban a particulares y no son privatizados hasta los siglos XVIII-XIX.
Se trata de infraestructuras integradas en el medio natural y medioambientalmente sostenibles que, no obstante, decaen por su falta de rentabilidad y productividad en el siglo XIX tras la Revolución Industrial.
[1] En el litoral onubense se tiene constancia de molinos mareales en Gibraleón, Moguer y Ayamonte en los siglos XV-XVI.
El molino se alza sobre una pequeña elevación del terrero y tiene forma rectangular.
Bajo ésta se aprecian al menos cuatro cárcavos rematados en ladrillo y separados por los tajamares.