Se conoce como misioneros Fidei donum a los sacerdotes diocesanos y laicos que son enviados a la misión ad gentes, es decir a aquellos pueblos que todavía no conocen de Cristo o a sus comunidades cristianas están en una etapa incipiente de formación o que no todavía no son los suficientemente maduras como para formar una iglesia particular autónoma.
La primera generación de Fidei donum partió a título individual, hasta una mayor organización luego del Concilio Vaticano II, el cual aportó nuevas ideas.
En este contexto, en el lenguaje usado en los años setenta y ochenta se usaba comúnmente expresiones como «la diócesis tal tiene una parroquia en tal país de misión», viéndose como una extensión de la pastoral diocesana, de las jurisdicciones europeas en África o América Latina.
[1] Últimamente se ha insistido en que las iglesias jóvenes envíen misioneros también a otras iglesias hermanas más necesitadas en el mismo continente, especialmente en África.
Con la crisis vocacional por la que atraviesan las iglesias particulares de Europa y América del Norte se ha dado el caso de que misioneros Fidei donum del tercer mundo colaboren con las iglesias que tantos misioneros enviaron a sus propias tierras.