Durante su construcción fue notable la participación de los nativos del lugar (tongva o kizh), quienes serían conocidos como "gabrielinos".
[1][2] De igual manera, San Gabriel elaboraba jabón y velas que eran suministrados a las misiones vecinas.
[1] Con la secularización del estado mexicano, las propiedades de la misión pasaron a manos privadas en 1834, por lo que los franciscanos abandonaron San Gabriel.
[3] El gobierno estadounidense retornaría las instalaciones a la Iglesia católica en 1859,[1] y la reconstrucción iniciaría en 1908 con la llegada de los misioneros Claretianos.
[2] San Gabriel destaca por alojar una colección de pinturas sacras, probablemente las primeras realizadas por residentes californianos.