Fue usada principalmente en relación con la occidentalización de los pueblos indígenas entre los siglos XV y XX.
[1] Los orígenes intelectuales de la misión civilizadora se remontan a la Edad Media.
Los pensadores europeos habían naturalizado el cambio social al usar la metáfora del desarrollo.
En el siglo XVIII, la historia llegó a ser vista como un inevitable proceso interminable y unilineal de evolución social con las naciones europeas tomando la delantera.
Los pensadores "progresistas" como el marqués de Condorcet postularon el deber sagrado de ayudar a aquellos pueblos "que, para civilizarse, solo esperan recibir nuestros medios, encontrar hermanos entre los europeos y convertirse en sus amigos y discípulos".