Minorización del idioma catalán

Este proceso histórico y sociolingüistico comprende distintas épocas y variedad manifestaciones, incluyendo los intentos de subordinarla al castellano o al francés en la esfera pública.Así, durante el siglo XV, logró ser una de las lenguas más extendidas del Mediterráneo, exclusiva en Mallorca y mayoritaria en Valencia.[3]​ En la segunda mitad del siglo XIX, principalmente en Cataluña y en menor medida en Valencia y Baleares, el idioma catalán conoció una recuperación de su prestigio anterior junto a la cultura catalana, gracias al movimiento de la Renaixença, paralelo al romanticismo europeo.[6]​ Incluso, con intención de desacreditarlos, tanto el catalán como los otros idiomas hablados en España distintos del castellano, fueron considerados dialectos o jergas frente al «idioma del Imperio», la lengua genuinamente española que era el castellano.Solo dos años después, su rey, Luis XIV, adoptó las primeras medidas legales contra el uso del catalán en la educación.[12]​ Tales medidas se completaron en 1700 cuando Luis XIV promulgó un Edicto por el que se declaraban nulos todos los procedimientos judiciales, las deliberaciones de los magistrados municipales, las actas notariales y toda clase de actos públicos que no estuviesen escritos en francés,[12]​ y explicaba que «el uso del catalán repugna y es de alguna manera contrario a nuestra autoridad y al honor de la nación francesa».Era esta la primera disposición legal por la que se limitaba el uso del catalán dentro de su dominio lingüístico peninsular, aunque la medida, por el carácter del órgano al que exclusivamente se aplicaba, tuviese escaso efecto en la práctica.[19]​ Al contrario, fue en la universidad y en algunos centros eclesiásticos donde más se avanzó en la introducción del castellano, incluso valiéndose en algún caso de procedimientos coercitivos, como consta por la visita que realizó a Mataró en 1755 el provincial de los Escolapios, padre Jorge Caputi, a quien complacía mucho «que (conforme al Capítulo Provincial) todos nuestros religiosos entre sí hablen en castellano y a todos mandamos hablen entre sí y con los demás, o en latín o en castellano, so pena de pan y agua por cada vez que tuviesen con los nuestros conversación tirada en catalán».A ello contribuyeron diversos factores, debiendo considerarse en primer lugar la imposición del castellano en las escuelas, al tiempo que se ampliaba la escolarización.[41]​ El mismo decreto permitía utilizar idioma distinto del castellano en la vida interna de las instituciones locales y provinciales a condición de llevar obligatoriamente en castellano sus libros oficiales.[44]​ Y como complemento a las anteriores circulares y reales decretos encaminados a implantar el castellano en las aulas, el Real Decreto 11-VI-1926 establecía finalmente que a los maestros nacionales de la «regiones [en] que se conserva otra lengua nativa» que abandonasen o entorpeciesen de cualquier modo el uso del idioma oficial, se les abriese expediente disciplinario, contemplando para los infractores sanciones de suspensión de empleo y sueldo de uno a tres meses o, en su caso, el traslado a poblaciones en las que exclusivamente se hable el idioma oficial.En la creencia de que el desconocimiento del castellano por los obreros favorecía a las burguesías nacionalistas, las más interesadas en fomentar los «idiomas vernáculos», el socialista Antonio Fabra Ribas defendió: «Por lo que toca a la enseñanza, no ya del castellano, sino también en castellano, la República no puede hacer la menor concesión, so pena de faltar a uno de sus más sagrados deberes, especialmente por lo que se refiere a los trabajadores».No obstante, el reconocimiento que en el mismo artículo cuarto se hacía de las lenguas regionales, hizo posible que el Estatuto de Nuria, un año más tarde, estableciese en su artículo segundo la cooficialidad del catalán con el castellano en Cataluña, siendo así la primera vez que de forma explícita ambas lenguas obtenían dicho reconocimiento.[53]​ La identificación del castellano con la mitificada "España: Una y Grande" por la que se había alzado el ejército, fue puesta de manifiesto por Franco en declaraciones ofrecidas al Jornal do Brazil, en enero de 1938:[60]​ En las semanas siguientes se dictaron órdenes ministeriales por las que se prohibía el uso del catalán en el Registro Civil (18 de mayo), así como el registro de personas jurídicas en ese idioma tres días después.[62]​[63]​ En febrero fue clausurada la Asociación Protectora de la Enseñanza Catalana y sus propiedades confiscadas.[64]​ También se disolvió la Federación de los Coros Clavé y numerosas sociedades corales, como La Llanterna de Suria, que no pudo reanudar sus actuaciones hasta 1948, o la Escola Orfeònica Martorelles, clausurada hasta 1956.[66]​ En calles y locales públicos se inscribieron rótulos con textos que, acompañados por la efigie de Franco, decían: «si eres español habla español» o «aquí se habla la lengua del Imperio».En 1923 los obispos de la Provincia Eclesiástica Tarraconense habían ordenado que «la predicació de la Divina Paraula a Catalunya, tal como ve practicant-se, es farà per regla general, en la llengua del país».Preocupado con aquellas noticias Guitart se dirigió inmediatamente al nuncio papal, con residencia en San Sebastián, haciéndole expresión de sus temores:Conforme a ello, pocos meses después ordenó que en los actos públicos del seminario de Barcelona se emplease únicamente el castellano y que el latín fuese pronunciado «a la española».[88]​ Pero la utilización del catalán en la predicación y la catequesis siguió siendo fuente de conflictos, lo que puede explicar el progresivo distanciamiento del régimen protagonizado por importantes sectores de la Iglesia catalana.Aunque se le invitó a asistir a otras misas en la misma iglesia con predicación en castellano, el periodista insistió en su desplante y, con arrogancia, dejó su tarjeta de visita, lo que desencadenó una campaña de boicot al diario encabezada por Jordi Pujol y los jóvenes católicos catalanes de C.C., hasta forzar el cese de Galinsoga al frente del diario en el que había permanecido, nombrado gubernativamente, desde 1939.Bajo el titular: «Le régime se dit chrétien mais n’obéit pas aux príncipes de base du christianisme» (El régimen se dice cristiano, pero no obedece los principios básicos del cristianismo), Escarré afirmaba, sobre la cuestión de la lengua y la cultura catalanas: «Cataluña es una nación entre las nacionalidades españolas.En respuesta a estas declaraciones, una semana después un grupo de falangistas prendió fuego a los locales del Casal de Montserrat en Barcelona y rubricó su acción con pintadas en las paredes que decían «España, una patria, una bandera, una lengua».[90]​ La polémica suscitada, con recogida de adhesiones y algún reproche llegado desde sectores eclesiásticos afines al régimen, solo concluiría meses más tarde con el exilio del prelado a Roma.[88]​ Entre otras medidas represivas o coercitivas durante el primer franquismo se citan: En contraste con lo ocurrido con la inmigración recibida en la década de 1920 y 1930, durante la mayor parte de la dictadura de Franco se propició la exclusión total del idioma catalán del sistema educativo[47]​[98]​ (fue relegado a la esfera familiar),[99]​ llegando a utilizarse en algunos lugares métodos en los que los propios alumnos tenían que denunciar al compañero que hablara catalán cediéndole una canica.[100]​ Hasta el año 1951, Rafael Aracil, Joan Oliver y Antoni Segura han considerado que la persecución de la lengua fue «total».
Decreto de prohibición de la lengua catalana en el Rosellón , Conflent y Cerdaña del 2 de abril de 1700.
Decreto de Nueva Planta de la Real Audiencia del Principado de Cataluña , de 1716. Se imponía para la reformada Real Audiencia de Cataluña el uso administrativo del castellano.