En su principal obra, Fenomenología de la experiencia estética (1953), analiza la diferencia entre los objetos estéticos y el mundo circundante, encontrando que la única diferencia estriba en el “mundo expresado” de cada objeto, es decir, su personalidad inherente.
El objeto estético no posee ningún valor por sí mismo, sino en el acto subjetivo de su percepción por parte del espectador.
Asimismo, debe ser percibido de forma intrínseca, separada del sujeto que lo percibe.
Así, el arte expresa “lo real en su verdad”, es decir, no en su forma física o en la que lo elaboramos mentalmente, sino en la esencia del objeto que reproduce.
En 1975 apareció una obra colectiva en homenaje a Dufrenne titulada «Hacia una estética sin obstáculos» —en francés: Vers une esthétique sans entrave—, y que reunió las contribuciones de Olivier Revault d'Allonnes, Clémence Ramnoux, René Passeron, Bernard Teyssèdre, Jean-François Lyotard, Pierre Sansot, Liliane Brion, Gilbert Lascault y Roland Barthes.