Miguel de los Santos (santo)

Sus padres se llamaban Enric y Montserrat, tuvieron ocho hijos, de los que Miguel era el séptimo.

Muy pronto siente inclinación hacia la vida religiosa y por retirarse del mundo, lo que llevó a escaparse de su casa y refugiarse en el Macizo del Montseny para hacer vida como ermitaño.

Comenzó entonces a llamar la atención por su fervor y devoción hacia el sacramento de la Eucaristía.

[1]​ En el mismo año de su profesión pasa por Zaragoza un trinitario descalzo, fr.

En estos años estuvo por poco tiempo en los conventos de Valdepeñas, Córdoba, Granada y Socuéllamos.

Ante tal fenómeno, el profesor comentó: Cuando un alma está llena del amor de Dios, difícilmente puede esconderloHacia finales de 1616, o a principios del siguiente, regresó a Baeza donde recibió la ordenación sacerdotal y vivió varios años, desempeñando los oficios de confesor, predicador y vicario conventual.

Dejó reflejadas sus experiencias místicas en un pequeño tratado espiritual que tituló La tranquilidad del alma.

A pesar de llevar poco tiempo en Valladolid, toda la ciudad se volcó en sus honras fúnebres.

En Baeza fue acusado por dos frailes envidiosos, y Miguel fue encarcelado durante diez meses sin poder defenderse, ya que, decía, aquella era la voluntad divina.Como otros religiosos del momento, fue un místico y escribió algunas obras en esta línea, centradas en la contemplación, como Breve tratado de la tranquilidad del alma y El alma en la vida unitiva, en verso, además de cartas a diversas personas, conservadas en parte.

Mas ella enamorada e impaciente, con aquestos favores descontenta busca a su Amado que le mira ausente y no descansa en ellos ni se asienta; por ellos pasa aunque el regalo siente, y ansiosa en el camino más sedienta; que sabe que si en ellos hay reposo es dejar por las joyas al Esposo.

Viene el entendimiento en vuelo puro, ilustrado de Dios contempla el fuego; procura penetrar su fuerte muro forceja por pensar y queda ciego; vuelve mil veces, y en la luz oscuro es rebatido abajo con despego; anímase otra vez, y aunque se esfuerza, ciego de claridad, no tiene fuerza.

Nada le estorba, impide ni embaraza, a solo Dios atiende y a él procura; en las redes del mundo no se enlaza, ni la detiene alguna criatura: que negocie en la calle o en la plaza, especies no percibe ni figura, porque es de Dios la casa, grato asiento, y no recibe huésped de aposento.

Da a la casa y al dueño tal nobleza, que con un acto simple a Dios atiende, y no dejando un punto su grandeza, hasta el infierno, estando en Dios, desciende.

Rodea todo el mundo con presteza, sin discurrir en nada, comprehende, viviendo en esta vida transitoria al modo (aunque no así) como en la gloria.

Nada le turba, inquieta ni levanta, que está en el centro donde el bien recibe, en dones y virtudes se adelanta; viviendo en carne como en gloria vive, aniquilada está en grandeza tanta, sujeta, humilde y pobre, ¿qué percibe?

Escultura del santo ubicada en la iglesia de su advocación en Vic.