Su padre, Francisco Antonio Zumalacárregui era el escribano de dicha villa.
Miguel Antonio tuvo diez hermanos, el penúltimo de los cuales, Tomás, 15 años más joven que él, obtendría gran fama y notoriedad como organizador y general del ejército carlista en la Primera Guerra Carlista.
Tuvo al parecer un papel relevante en la toma de Oviedo a los franceses en mayo de 1809, ciudad que volvería a manos francesas un año más tarde.
Al estar Guipúzcoa ocupada, votaron solo los guipuzcoanos a los que se pudo localizar fuera de las regiones invadidas.
Durante su breve mandato se aprobó la disolución de la Inquisición Española.
En mayo de 1814 cuando el rey suspende las Cortes de Cádiz y restaura el absolutismo, manda encarcelar a Zumalacárregui junto con otros políticos liberales que habían participado en dichas Cortes.
Zumalacárregui estuvo confinado durante año y medio en un hospital, debido a su delicado estado de salud.
Finalmente, en 1815, fue absuelto de sus cargos, pero perdió los cargos públicos que ocupaba en Asturias, le fue pagada únicamente la mitad del sueldo que le correspondía y fue desterrado a Valladolid.
Pasó 5 años sin poder ejercer su oficio, hasta que en 1820 el rey le restituyó en su cargo de Oydor, aunque eso sí le siguió manteniendo desterrado en Valladolid.
Cuando Rafael del Riego realiza la proclama que da comienzo al Trienio Liberal, Zumalacárregui se encontraba en Valladolid.
Apoyó el pronunciamiento y tomó parte de la Junta Revolucionaria.
Acompañó al gobierno en su huida hacia el sur hasta llegar a Cádiz, donde fueron sitiados por las tropas invasoras.
Fue elegido vicepresidente de las Cortes y ejerció la presidencia interina en varias ocasiones.
Sus principales aportaciones se dieron en la agilización de los juicios del proceso de la Desamortización, que aceleraron dicho proceso y en intentar que los jueces apoyaran a la reina, el regente y la Constitución.