La mentalidad victimista es aprendida a menudo de familiares y situaciones durante la infancia.
Contrasta con los rasgos mejor conocidos del neuroticismo que se define como una tendencia a experimentar experiencias negativas que se manifiesta en hostilidad y agresión.
[1] Esta experiencia sin embargo no basta para que emerja un sentido de victimización.
Para que este surja, existe la necesidad de percibir el daño como no merecido, injusto e inmoral, un acto que no podría ser previsto o evitado por la víctima.
Esta forma de pensar puede llevar a la desazón y la desesperación.