Habitualmente, un MechWarrior era el propietario de su BattleMech y un hijo o familiar lo heredaba mientras no fuese destruido en combate.
A mediados del siglo XXXI sólo las Grandes Casas podían permitirse la inversión necesaria para la construcción y mantenimiento de los BattleMechs, por lo que los soldados no eran ya sus propietarios.
Dicho casco es un voluminoso aparato que cubre por completo la cabeza del MechWarrior y descansa sobre sus hombros en unas almohadillas acolchadas de su chaleco refrigerante.
Dada la precisa conexión necesaria entre el MechWarrior y su Mech, el neurocasco debe estar ajustado a las características propias del piloto para reconocer con exactitud los patrones de sus ondas cerebrales y poder reaccionar adecuada e instantáneamente en situaciones de falta de estabilidad o en movimientos complejos.
También puede proyectar una representación holográfica que concentra en 180 grados el entorno del Mech, pudiendo percatarse de enemigos o estructuras a su espalda sin tener que rotar el torso del BattleMech o girarlo por completo.
A nivel de seguridad del Mech, se emplean disipadores de calor para enfriar la máquina, pero para el piloto esto suele ser insuficiente; por ello, se utilizan los llamados chalecos refrigerantes.
Suele estar situado en la cabeza del Mech, si este tiene forma humanoide, o en el torso, en caso contrario.
Cuando en un combate se producen daños masivos en el Mech, como una fisura en el motor de fusión, instantes antes de que el robot sea destruido se activan unos pequeños explosivos que abren la carlinga y proyectan la silla de mando a una distancia segura.
Los MechWarriors, como soldados que son, se clasifican por su rango en el escalafón militar.