El detonador se encendió 40 segundos antes de que los policías llegasen.
La explosión mató al instante a 28 policías (tres más morirían en días posteriores) y dos civiles italianos.
Los presos se encontraban en diversas cárceles romanas que dependían del mando militar alemán, de las SS, del gobierno italiano y de una formación paramilitar fascista.
Kappler fue enjuiciado, condenado por un tribunal italiano y enviado a prisión.
[2][3] Pero el Tribunal Supremo anuló la sentencia y ordenó un nuevo juicio en el cual fue condenado a cadena perpetua.