Marta Blanco

Como periodista trabajó en El Mercurio —sus entrevistas de 1987-1988 fueron reunidas en un libro— y otros medios.Marta Blanco también fue profesora, dirigió talleres y participó como jurado en diversos concursos; en 2001 presidió el del Premio Municipal de Literatura de Santiago.No siempre ha tenido, sin embargo, ediciones que le hagan justicia y la adecuada presencia en librerías.Y es que no ha sido fácil para las mujeres ocupar un espacio en la literatura de nuestro país, menos cuando han sido de carácter firme, opinión segura y libre.Habiendo leído con atención crítica y decidida admiración el conjunto de la obra publicada de Marta Blanco, esta relectura de su primera novela que hoy prologo, sólo viene a confirmar lo que he sostenido en distintas oportunidades y formas sobre el valor literario de su escritura, su originalidad, su capacidad de llevar a la palabra, dejando la vista y a un mismo tiempo, ese espacio íntimo de lo femenino -cuando decide abrirse paso en un mundo dominado por lo masculino- y la mirada del entorno desde una perspectiva propia que enriquece su comprensión, desde ese lugar en que el tiempo, condición social y económica, bagaje cultural e intelectual dejaban a la mujer un espacio reducido, abierto sólo a temperamentos poderosos.Marta Blanco decidió escribir, hablar, decir abriendo puertas, instalando nuevos significados, a su modo, con una voz propia, un estilo que con el pasar de los años se fue enriqueciendo y profundizando, mostrando una libertad en el uso del lenguaje narrativo que suele ser escaso entre nuestros prosistas.A sus veintisiete años, y contando la historia de su protagonista, una mujer de edad similar, en esta novela que conserva toda su vigencia, la escritora, con un dejo que recuerda a Françoise Sagan, la inolvidable autora de Bonjour Tristesse, publicada en 1954, explora esa sensación pasajera de las hojas que recoge en un epígrafe tomado de Homero, “… semejante a la generación de las hojas es la generación de los hombres...”, algo que de alguna manera es insulso, pasajero, arbitrario como de alguna manera siente que va navegando su vida la joven protagonista en ese matrimonio armado para cumplir con el deber ser social y que zarpa desde el primer día, como una odisea destinada al fracaso, cuando las inhibiciones inculcadas se desafían y lo que podría haber sido bueno, natural o necesario, se convierte en algo imposible, aburrido: “Inhibiciones.Algo es insulso, por lo tanto no tiene gusto a nada, por lo tanto debe haber algo con lo que lo podamos comparar, para llegar a la conclusión de que lo insulso es lo corriente y aquellas experiencias que se salen de lo corriente no son insulsas.Como bien dijo alguna vez el gran Sánchez Ferlosio, “toda memoria es ficción y toda ficción proviene de la memoria” y así, esta gran escritora que fue, que es, Marta Blanco (la escritura supone un sacrificio que amerita volver a sus escritores de algún modo inmortales), Pilar volverá a aparecer con su voz aguda, sostenidamente, a través de su obra.Observe las figuras del segundo plano.” y, ahí, con su Constanza silenciada, secundaria y el coro de la historia, Marta Blanco nos pone patas arriba la mirada tradicional de una personaje clave de nuestra historia; o, como último ejemplo, la Faraón Hatsheptsut, desde el imaginado Egipto del Siglo XIV a. de C., escribe, en su última novela, El peso del corazón (Ojo Literario Ediciones, 2015) las cartas que la mujer travestida en monarca para poder ejercer el poder faraónico, por decisión de su padre e incapacidad de su frágil hermano, le escribe a Senenmut, el visir en encargado de entrenarla para tan difícil tarea, a quien secretamente ama, declarando desde un inicio: “Si algún día lees estas cartas será porque estoy muerta.Hoy tenemos en las manos su primera novela, ya vendrán las siguientes, sus cuentos, sus entrevistas y crónicas, quizás algún día una selección de sus cartas.