[1][2][3] El apodo cariñoso de «beatita» se debe a que a las mujeres devotas se les solían llamar «beatas», y teniendo la pequeña María del Carmen un marcado carácter religioso, familiares, amigos y vecinos la apodaron de esa manera.
A los 18 años entró en la tercera orden de Santo Domingo en su ciudad natal,[1][3] lo que le permitió llevar una vida secular al mismo tiempo que consagrarse por entero a Dios en los pobres y enfermos.
[1][3] Su amor por los enfermos la llevaba a realizar grandes sacrificios, tanto personales como morales.
[1][3] Además, era conocida su devoción por san Antonio de Padua, a cuya intercesión le atribuyó numerosos milagros.
Cinco días antes de su muerte, pidió recibir la santa comunión, anunciando que sería la última.