Tras la muerte de Ruiz Barragán se casó con el escultor Andrés Cusicanqui.
La obra planteaba una relación amorosa fuera del matrimonio y del aborto voluntario de la narradora, quizá la autora haya intuido lo que se le venía encima cuando escribió en el epígrafe “Este libro es una crucifixión y un inri”.
[3] En 1957 abandona Bolivia para radicar en Sao Paulo, Brasil, donde pasa los últimos años de sus vida.
Puso duros temas en sus novelas frente a dulces e ideales poesías.
Actualmente se la considera parte de las voces femeninas del movimiento vanguardista boliviano entre las que están la orureña Hilda Mundy y la paceña Yolanda Bedregal.