María Rivera
[1] En 2005 recibió el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes por su poemario Hay batallas.Obtuvo el Premio Nacional de Poesía Joven Elías Nandino en 2000 por Traslación de dominio, concedido por un jurado integrado por Paula Alcocer, Ernesto Lumbreras y Mauricio Montiel Figueiras.Su obra ha sido traducida al inglés y aparece en numerosas antologías de poesía.[6]Por lo mismo, el poema encontró muchos problemas para ser publicado, aunque se editó al año siguiente en Mantarraya Ediciones.Asimismo, cruzó frontera y fue traducido, en un primer momento, por el poeta coahuilense Román Luján y la poeta norteamericana Jen Hofer; María declaró entonces que, si bien nadie había querido publicar su poema en México, quizá encontraría lugar en Estados Unidos como un “mojado” más.[7] Ahora también ha sido traducido al italiano[8] y a otros idiomas, así como recientemente publicado en una nueva traducción al inglés[9] a cargo del poeta galés Richard Gwyn.Sin embargo, la vehemencia (o temperada beligerancia, antes bien) que permea la obra y el pensamiento de Rivera resultaría una feliz incomodidad, la agradecida nota discordante en las minutas de ese pleno aparentemente armónico y conciliador.Quiero decir: relatoría de ciertas hazañas indecibles del espíritu que el poema, su victoria pírrica, realiza gracias a su posibilidad de ser el cuerpo que las testimonia.Cuando, en su performance de “Los muertos”, Rivera responde a la muerte y al horror con movimiento corporal y texto-interno desde la plataforma que le otorga su propio cuerpo femenino, se acerca a “los muertos” por medio de un entendimiento que nos conduce a lo que Arendt llamó “la naturaleza de los hechos”, y que adquiere consistencia en su compromiso ético y su identificación como Mujer.Aquí, el fragmento inicial del poema:Y la encontré amarga/ y me apartó de sus piernas/ la muchacha lloraba/ las muchachas lloraban/ mostraban el pecho, el glúteo, el moretón/ la foto congelada/ la desnudez, lo suyo, el cuerpo/ la contención del músculo/ enseñando a los otros en su ella/ que cayeron en éste/ suyo/ mí país, entre sus colmillos aviesos/ policías/ guardianes/ jueces/ celadoresY comencé a leerlos y decían/ las autoridades imponen el orden/ acostúmbrense/ decían/ ellos se lo merecen/ ellas mienten/ la noche se cernía sobre este mi país mexicano/ allende/ donde enseñan sus colmillos el odio/ el hambre/ de mirar por lo verde al verde/ pobreza/ miseria de pensarlo/ mi torre de viento derribada/ mi torreY se los voy a decir/ yo también lo dije/ no cabía de orgullo/ “la poesía no admite compromisos”/ ése/ su compromiso/es hablar con lo humano/ inmarcesible/ creo que dije o lo dijo alguien/ puede hablar/ a cualquier hombre/ en cualquier época/ y lo creí/ y me sentí muy libre/ yo también me pavoneé/ los miré con sorna/ festejé las bodas de la poesía consigo misma/ la gracia eterna/ de su limón girando/ hasta esa mañana de mayo/ que entreví/ en este mi país/ un pueblo/ calles/ casas/ iglesias/ perros/ cuerpos/ allanados/ sangrantes/ escuché sus voces en camiones/ “ven y cala a esta puta”/ dijeron/ y la arrastraron al asiento trasero/ desgarraron su ropa/ bajaron sus pantalones/ le taparon los ojos/ le dijeron “perra, dime vaquero”/ le introdujeron violentamente los dedos [...][14] Actualmente este poema circula en internet, en el blog de Nuestra aparente rendición a cargo de Lolita Bosch y Alejandro Vélez Salas, así como en un archivo de Scribd subido por su autora.