Por otro lado, al llover tanto, los pastos que servían de alimento para el ganado ovino se extendían más en la época estival lo que repercutía en la calidad de las lanas.
[2] Blasco Ibáñez, Pérez Clotet y los hermanos José y Jesús de las Cuevas hicieron múltiples referencias a las mantas y capas de Grazalema, y Romero de Torres cuenta cómo antes del incendio que destruyó el archivo municipal, éste había contenido el Real Decreto por medio del cual Felipe V de España había otorgado privilegios a los que fabricaban textiles y productos de lana.
Escribía el autor: Se dice que entre Grazalema y Benamahoma vivían unas 9.000 personas dedicadas a lo que hoy se llamaría industrias auxiliares:[2] tintado, abatanado, hilatura, perchado, tundido...
La gente tenía telares en sus casas donde toda la familia tejía, después los llevaban a las fábricas para acabarlos.
A veces incluso pagaban sus deudas con las mantas que ellos mismos habían elaborado.