Mandrágora (demonio)
[1] Se piensa que las mandrágoras son pequeños muñecos o figuras que el Diablo entregó a hechiceros con el propósito de ser consultado a través de ellos en caso de necesidad; podría parecer que este concepto procediera del ámbito del fetichismo, el cual no es más que un lugar de residencia hecho por un chamán u hombre de medicinas para recibir a cualquier espíritu deambulante que eligiera establecer su morada en dicho objeto.[2] En el siglo XVI, el teólogo español Martín del Río declara que en una ocasión encontró una mandrágora, perteneciente a un hechicero al que un tribunal estaba juzgando por brujería, la cual cogió por los brazos y lanzó al fuego ante los presentes, los cuales creían en la existencia del espíritu demoníaco, para convencerlos de su inexistencia, pues debería haber salido del fuego completamente intacta.Esta persona condujo a los dos amigos a una oscura habitación iluminada por una única lámpara, donde podrían ver sobre de una mesas cubierta con una tela una pequeña estatua o mandrágora, sentada en un trípode y con la mano izquierda extendida mientras sostenía una madeja de seda con un diseño muy delicado, del cual colgaba una pequeña pieza de hierro muy pulido.El hierro golpeó tres veces tal como se había pedido sin que la vieja señora tocara nada, para sorpresa de los dos espectadores.La hechicera realizó varias preguntas más a la mandrágora, que golpeó la pieza de hierro una o tres veces según le pareciera.