Muchas celebridades, políticos y figuras públicas reciben cientos de cartas por día, muchas de las cuales solicitan una respuesta personal; esto lleva a una situación en la que el individuo debe reproducir artificialmente su firma o limitar fuertemente el número de receptores que recibirán una respuesta personal.
Sin embargo, las firmas automáticas conocidas o sospechosas son mucho menos valiosas como objetos filográficos coleccionables.
Un lápiz accionado por un motor eléctrico seguía los ejes x e y de un perfil o forma grabada en la placa (por eso se lo llama matriz).
Las primeras máquinas duplicadoras de firmas fueron desarrolladas por el inglés John Isaac Hawkins.
Para prevenir un mal uso, se podría sacar un pequeño segmento del registro y guardarlo en otro lado.