Luis de la Fuente y Hoyos

Fue mascota del Club España de Veracruz y aparecía en las principales fiestas religiosas.

En esta Liga Regional del Sur participaban equipos como el A.D.O., Río Blanco y Cervantes de Orizaba.

Su debut fue contra el Necaxa, en un partido de Copa, pero su desempeño fue notable; contrastaba su endeble figura con la complexión de sus compañeros mayores que él, pero esa fragilidad la sustituyó con habilidad, rapidez, picardía y capacidad resolutiva.

En España, el Racing de Santander mejora la oferta del Valencia Club de Fútbol y se queda con los servicios del "Pirata", junto con Manuel Alonso, mientras que Carlos Laviada pasa al Real Oviedo.

Relatan los diarios madridistas de esa época que Zamora se desgañitaba gritando: "¡Detened al chaval"!

Habiendo regresado al España, en junio de 1939, el club paraguayo Atlético Corrales realiza un viaje a México para celebrar una serie internacional y el “Pirata” recibe la invitación para integrarse al equipo y jugar en la liga de aquel país.

Luis acepta gustoso y, antes de partir, debuta con el club guaraní en la victoria hispanista (10:3).

Sus goles también salvan a Vélez del descenso; aun así, el trato que recibió Luis en Argentina no fue de lo mejor y en Navidad, sin pago de sueldo y sin dinero, decide conseguir para el regreso en barco a Veracruz, junto con un paisano orizabeño que también era maltratado por un "garufa" en un bar de Buenos Aires, donde trabajaba como pianista.

Este paisano "chayotero" era ni más ni menos que Francisco Gabilondo Soler, conocido más tarde y para siempre como "Cri-Cri, el Grillito Cantor", compositor de música infantil.

Para empezar, “El Pirata” juega con Veracruz hasta la temporada 1951-52 cuando deja al equipo y este desciende en la siguiente a Segunda División, donde nunca jugó; es hasta 1954 cuando se retira definitivamente en un partido homenaje; además, Manuel Seyde todavía no bautizaba con el mote de “Tiburones Rojos” al Veracruz.

Recordado por su exagerada veneración al dios Baco, en los campos de juego se desintoxicaba haciendo reír al balón, dándole un trato único con ambos perfiles, consagrándose como todo un “cerebro”, un mariscal de campo que igual construía que destruía y que también sabía meter la pierna cuando el rival recurría a la violencia o la mala intención para detener al maestro.

Aquel hombre recio, duro, de hierro, fue derrotado por el sentimiento y derramó lágrimas al centro de la cancha, conmovido por el gran cariño que le tenía la familia futbolera.

Luis fue nombrado director técnico y en cada plaza donde se presentaba, era homenajeado por la afición.

En 1938, la Federación prefirió competir en Centroamérica y luego se cruzó el conflicto bélico mundial reanudándose los campeonatos hasta 1950.

Aquel astro que rechazó una oferta para fichar con el Barcelona, se alejó definitivamente de las canchas.

Aficionado a la bebida, al buen comer y distanciado de los médicos, pronto resintió las consecuencias.