Lingg, para no cumplir con la orden programada por el aparato estatal, se suicidó en su celda antes de la ejecución.
Así llamados por el movimiento obrero y a los que debemos, en buena parte, la jornada laboral habitual de ocho horas.
Louis escribió en su autobiografía: "En este momento yo tenía trece años y mi hermana tenía siete años, y a esta edad recibí mis primeras impresiones de las injustas instituciones sociales prevalecientes, es decir, la explotación de hombres por hombres".
Sospechoso que habría sido juzgado junto al otro acusado si no hubiera huido.
Salomon argumentó que los planes del acusado no apuntaban a "la vida de ningún individuo en ningún momento o lugar", probablemente sus intenciones se reducían a practicar la llamada "propaganda de hecho" contra algún inmueble.
También sostuvo, Salomon, que no conspiraron para asesinar al oficial Mathias Degan ni a ningún otro policía "excepto en defensa propia".
Seliger dijo que al menos otros dos hombres, Ernst Hubner y Herman Mutzenberg, ayudaron a acelerar la preparación de las bombas.
Los dos no comparecieron ante el tribunal, pero hicieron declaraciones a la policía para corroborar la historia de Seliger.
Se voló la mandíbula inferior y dañó una gran parte de su cara, sobreviviendo otras 6 horas.
Tras escribir un mensaje[4] explicando los hechos, concedió libertad a los presos que aún permanecían en la cárcel.