Pertenece al primer periodo de su teatro, el clasicista que sigue las unidades aristotélicas, y contiene elementos autobiográficos (aparece en la obra con el nombre de soldado Saavedra) relativos a su cautiverio en Argel que emparentan esta pieza con otras de cautivos como La gran sultana, El gallardo español y Los baños de Argel.
Su estructura es algo deshilvanada, por lo cual a veces se ha dividido en cuatro o cinco jornadas, pero cumple las unidades de acción, lugar y tiempo.
La crítica ha señalado entre sus defectos la escasa acción escénica: es más bien una comedia psicológica en que los protagonistas cristianos intentan mantener la pureza de sus almas y sus cuerpos ante las agresiones de una cultura extraña.
Los personajes son muy abundantes, y corresponden a una amplia galería de avaros, renegados, traficantes, ladrones y otras calañas, que realizan actos totalmente inmorales, grotescos o brutales de cierta teatralidad.
Así, exclama Aurelio: Al final Silvia y Aurelio obtienen el perdón del rey musulmán para ser libres y alejarse de sus amos Zahara e Yzuf.