La gran sultana

Es una de las mejores comedias del libro y cuenta cómo esta dama española, cautiva desde la infancia, acepta, tras largas peripecias, el amor del sultán sin renunciar a su religión y logrando la salvación de Lamberto y Clara, aparentes mujeres del harén turco, así como la del gracioso Madrigal.

[2]​[3]​ Por otra parte, la hispanista Ruth Fine piensa que en esta comedia Miguel de Cervantes reescribe el Libro de Ester[4]​ La prisionera cristiana Catalina de Oviedo procura resistirse al amor del sultán de la Sublime Puerta, pero al final debe entregarse a él; en paralelo, otra cristiana del serrallo o harén, Clara (Zaida) está enamorada de otra, Zelinda (Lamberto), ya que Clara adopta el nombre morisco de Zaida y Lamberto el de Zelinda al hacerse pasar por mujer para poder seguirla al serrallo... y aún está a pique de acostarse con el gran Turco.

Al final, ambos amantes se encuentran en situación bastante comprometida, pues, como resume Lamberto, dirigiéndose a su enamorada Clara o Zaida: «¿Qué habremos de hacer, señora, / yo varón y tú preñada?», y doña Catalina los libra del apuro.

Y aunque ha de pasar por esto, vuelve a usar las ropas de cristiana a la primera oportunidad que se le presenta.

El ambiente que enmarca la acción, con la vida del serrallo de fondo, ofrece una gran riqueza de colorido; está salpicado de episodios muy variados y trufado por las agudezas del gracioso Madrigal, quien, entre otras gracias, echa grandes tajadas de tocino en un guiso de verduras que se disponían a comer unos judíos o se propone enseñarle a hablar en vizcaíno a un elefante, aunque el cadí se opone a ello: «Enséñale la española, / que la entendemos mejor» por lo que, aunque contiene momentos muy dramáticos, es en general de tono burlesco.