Cavan una nueva cueva en la tierra por debajo de un árbol caído y al poco tiempo nacen sus cinco hijos.
A la vez, en la búsqueda por procurarse alimento y ante la imposibilidad de hallar granos, fruta, pan o queso, los ratones suelen comer pequeños pichones que anidan en algún árbol.
Sale luego el padre en busca del pequeño y otro benteveo le da caza.
A la vez se los ve frecuentemente de manera social bebiendo mate, en un entorno estética y culturalmente identificable con las costumbres rioplatenses.
[1][3] No obstante que el cuento tuvo gran popularidad en su momento y contó con diversas ediciones por más de tres décadas, este fue criticado por su terrible final donde Vigil habría hecho una vez más uso de un mensaje algo represor sobre la libertad y la iniciativa de los protagonistas, lo cual también se vería en El mono relojero y en Los chanchín.