Los demasiados libros

[1]​ Ha mantenido sus ensayos esenciales con algunas modificaciones, mientras otros surgen o desaparecen con la llegada de nuevas ediciones, actualizándose.

[3]​ Al igual que otros de sus ensayos, este junta artículos publicados previamente en revistas latinoamericanas, especialmente en Vuelta.

Su visión malthusiana dice que en la literatura pasa algo como la Ley de Malthus, hay demasiados libros y pocos lectores; así como los alimentos no iban a alcanzar para la población humana, los lectores no se acabarán los libros.

Ironiza sobre ciertas actitudes en el mundo de la lectura, comparándolo con la cacería, en donde se muestran los trofeos adquiridos.

Gabriel Zaid responde a Sócrates: «Tienes razón, los libros son letra muerta, mientras no favorezcan la animación de la vida.

Tienes razón, cuando se da el milagro de la vida inspirada, sería ridículo preferir los libros.

Deja de tarea «investigar por qué los enciclopedistas franceses, siendo revolucionarios, abogan por el libre comercio».

Cuestiona los supuestos de que el libro sea un medio masivo, influyente y caro.

El libro se lee al paso del lector, es portátil, permite una especie de zapeo mejor que el televisivo, se ve directamente sin ceremonias (a diferencia de eventos como una conferencia), es más barato y más variado en su producción.

Por ello, el escribir bien (breve si se puede) y diseñar bien los libros es valioso pero invisible.

En un extenso artículo llamado ¿Adivinos o libreros?, se habían presentado muchas dificultades sobre el negocio del libro.

Los mercados son impredecibles, los libreros intuyen asistemáticamente las necesidades, no siempre atinando.

Escribió que comercialmente no conviene que las librerías sean como bibliotecas sino cómo puestos de periódico, donde los libros se venden rápido y el resto de devuelve.

Decía que los libros comprados por error deberían saldarse pronto, aunque luego se necesiten de nuevo.

Enseñó que más vale producir de menos: así los costos probables son menores.

En su especulación sobre las ventas estimaba que la mayor parte de los títulos se venden lento.

Zaid escribía que la demanda de libros es inelástica (no se ve muy afectada por el precio) y que la oferta es un monopolio, excepto cuando el comprador no busca un título específico.

Abogó por las bibliotecas públicas, como la forma menos costosa de que se lea.

Zaid dice que éstos no implican un cambio tan pronunciado como la libertad intelectual del Renacimiento, pues «la comunidad lectora siempre ha sido wiki».

[16]​ Fue por esta obra que Gabriel Zaid empezó a ser conocido en España como ensayista.

[17]​ Ha sido traducido a diez idiomas y ha recibido atención de la crítica literaria en muchos países.

[11]​ En 1995 le dedicó un poema homónimo del libro a Zaid, el cual sería adaptado en una obra gráfica colectiva de gran formato en 2020.

[11]​En otro artículo, J.D. Argüelles escribió: A lo largo de mis reflexiones y relecturas sobre el libro he vuelto una y otra vez a estas lúcidas consideraciones de Gabriel Zaid, porque, en gran medida, la verdad de estas afirmaciones sigue inalterable y, en mi experiencia directa y en mis investigaciones sigo constatando que, en efecto, el problema de la lectura no radica en los que no tienen ni alfabeto ni dinero, sino en los que tienen “educación superior” y poder adquisitivo suficiente para comprar libros pero que, en lugar de libros, mil veces prefieren comprar coches, viajes, ciertos lujos alcanzables, (...).

Su gran acierto es la virtud del poeta: decir lo que oscuramente habíamos intuido sin alcanzar a formularlo en palabras.