Los chiitas en Líbano constituyen uno de los dieciocho grupos religiosos que habitan en ese país.
Así, hasta la fecha la presidencia del país corresponde a un ciudadano maronita; el cargo de primer ministro lo ocupa un musulmán sunita y el cargo de presidente del parlamento corresponde a un musulmán chiita (Nabih Berri).
Posteriormente, con el ascenso de los fatimíes, su difusión se vio ampliamente favorecida al grado que la presencia chiita en Trípoli, ciudad en la costa norte, llegó a ser tan importante como en las ciudades chiitas del sur.
[4] Durante los primeros años del siglo XIV, los mamelucos iniciaron una fuerte ofensiva en contra de los chiitas, a los cuales consideraban herejes (rawāfid).
Los chiitas comenzaron a concentrarse en Jabal Amel y en el valle de Bekaa.
[6] Con la desaparición del Imperio otomano y el advenimiento del mandato francés en Siria, paulatinamente se reconoció la presencia y las prácticas religiosas de otros grupos que coexistían con la población sunita.
[7] En 1923, el Gran Líbano fue oficialmente separado del resto de Siria, aunque seguía siendo tutelado por Francia.
No obstante, no existía una fuerza política propiamente chiita, a pesar de que los chiitas constituían la comunidad con mayor crecimiento demográfico, justamente en la época en que crecía la fama de Beirut como gran centro financiero, comercial y turístico.
Hoy en día, Amal y Hezbolah, liderado por Hasan Nasrallah, representan las mayores fuerzas políticas chiitas, con gran poder de convocatoria, dentro del territorio libanés.
Se estima que hay entre 40 000 y 120 000 miembros de esta secta en Líbano, donde han vivido por lo menos desde el siglo XVI.
[16][17] Son representados principalmente por el Partido Árabe Democrático entre alauitas prosirios y antisirios sunitas que han sido perseguido durante décadas en Trípoli.