Además, cuenta con las voces de Melissa Sturm, Fred Armisen, Anton Yelchin, Alan Cumming y Hank Azaria.
Todos los Pitufos cogen sus cubos y después van al bosque a por fresas salvajes.
Valiente admite estar celoso de Filósofo por ser siempre el que gana y Filósofo es consciente del egoísmo que manifiesta al guardar la insignia secreta de las pitufresas para sí.
[6] En septiembre de 2013, en una entrevista con Entertainment Tonight, el director de la película, Stephan Franck, habló sobre qué le motivó para dirigir la película, expresando lo siguiente: «Mi afecto por esta historia es el verdadero motivo.
Creo que hay un talento artístico en el otoño, los colores son realmente inspiradores».
[7] Stephan Franck también dio su opinión sobre el film, alegando lo siguiente: «No queríamos hacer algo muy aterrador, como en la versión de Tim Burton (de Sleepy Hollow), porque va dirigida a otra audiencia.
El objetivo era hacerla fantasmagórica, un fantasma de los que brillan en la oscuridad; da miedo, y aporta mucha intensidad visual, pero no tiene la oscuridad de algo que no sería adecuado para nuestra audiencia».
[7] En septiembre de 2013, esta vez en una entrevista con The Huffington Post, Stephan Franck explicó por qué se empleó una animación hecha a mano en la película, y comentó lo siguiente: «No me malinterpretes.
Pero cuando era pequeño, los Pitufos que veía en la televisión los sábados por la mañana estaban dibujados a mano.
[6] Por otro lado, explicó por qué quería convertir el cortometraje en una celebración de los dibujos animados a mano alzada.
Así, al final, podría ver a los personajes como siempre había pensado que podían ser.
Una vez que esto fuese real, serían personajes animados de forma tradicional.
«El equipo hizo un gran trabajo al crear la base sobre la que se levantó Smurfy Hollow.
Obras como La leyenda de Korra o La Joven Liga de la Justicia le sirven como referencia para encontrar animación dibujada a mano con la que poder establecer comparaciones.
El sencillo relato se narra con un tono apacible pero no hasta el punto de resultar sentimental o empalagoso (esto es algo que no siempre conseguía el programa de televisión de Hanna-Barbera), y aunque en ocasiones pueda presentar un estilo más bien familiar, está tan bien elaborada que este aspecto no se considera relevante.
Estos segmentos son dimensionales y se confunden con «el mundo real», por así decirlo.
Los vivos colores primarios, la increíble escenografía y los ángulos variados parecen estar haciendo una «defensa» de la animación tradicional.