Además defiende la aplicación de estos principios en el entorno del aula.
Gee adopta un enfoque personal para explicar cómo el mundo inmersivo e interactivo de un videojuego involucra al jugador en formas en que la educación formal puede fallar.
Gee sugiere que si los estudiantes en entornos educativos formales tuvieran la capacidad de desarrollar su propio conocimiento, como lo hacen los jugadores en un juego cuando superan un nivel, seguiría un aprendizaje más progresivo en lugar de la frustración que a menudo sienten los estudiantes en entornos académicos.
[5] El libro de Gee fue generalmente bien recibido por los críticos como un proyecto ambicioso que era "reflexivo, único y apasionado".
[7] Gee también ha sido criticado por confiar demasiado en sus experiencias personales como evidencia empírica[7] y por romantizar los juegos que discute.
Lo que los estudiantes experimentan y aprenden en la escuela no puede (y no debe) separarse de la vida real, y se debe alentar a los estudiantes a comprender que adquirir conocimiento es comparable con obtener recompensas en los juegos (consecuencias negociables: el jugador no está obligado por las reglas del juego en el mundo real, pero las consecuencias de los juegos "pueden extenderse" a la vida del jugador).
Katie Salen promueve los juegos como una herramienta de aprendizaje para el siglo XXI.