Cuando Llum se refería a su nacimiento, decía que fue abandonado en una cesta, “como Moisés”, en un rincón del puerto de Barcelona.
Se las ingenió para evitar el servicio militar cuando tocaba defender las últimas colonias españolas.
Colaboró en la revista Pentalfa, pionera de los movimientos pacifista, ecologista y vegetariano españoles.
Esta revista proclamaba en la portada: “No tiene tendencia política, social ni religiosa; combate los vicios del alcohol, tabaco, carnes, tóxicos, la prostitución y la pornografía.” Toda la vida conservó su espíritu libertario: él y sus amigos tuvieron que salir corriendo más de una vez perseguidos a tiros cuando tomaban el sol desnudos y nunca tuvo documentos de identidad.
Se dice que llegó a mantener correspondencia con el propio Tolstoi.
Toda otra comida hace que el hombre caiga enfermo, no inmediatamente, pero sí al cabo de los años.
Los hombres sólo piensan en estar fuertes, pero existe una alimentación superior que la llamó Natura.
Según Jordi Maluquer, Llum solía decir que “Este maniquí ya no me sirve”.
Se le enterró como él quería: junto a un ciprés, entre los olivos, con una túnica blanca y sin ataúd, “para que las flores nacieran antes”.