Las doncellas casaderas de Jaén, clavaban en él sus ojos y lo observaban con esmerado interés cuando salía a pasear por la villa.
Dicen que disfrutaron de días alegres, donde todo fue tranquilidad y sosiego.
Doña Beatriz intentó ser feliz en su matrimonio, entregándose en cuerpo y alma a Don Diego.
Nadie quedaba en la ciudad que le diera prestado y obligado estaba a pagar las pérdidas acumuladas en sus desafortunados juegos.
Avergonzado y furioso de que Beatriz no cumpliera la petición que él le hizo, acostumbrado hasta entonces a una impecable sumisión de sus esposa, se dirigió hacia el punto establecido por Doña Beatriz para encontrarse, la plaza del Pósito.
Allí la vio al instante, al pie de la cruz que se alza en medio del lugar, se acercó, extendió ella su mano y le entregó la alhaja, disimulando su llanto, como quién entrega su más valioso tesoro.
Con visible dolor por todo lo ocurrido, Lope de Haro pronunció las palabras "Pater Noster", en el momento en que con su mano apagó la vida del Capitán Osorio.
La leyenda cuenta que algunas noches de frío ven en la Plaza del Pósito vagar a un fantasma negro que se para ante la cruz y reza arrepentido por haber matado a otra persona.