Su padre era dueño de una flota pesquera que trabajaba en el Adriático; sin embargo, debido a convulsiones políticas locales, la familia perdió la mayoría de su fortuna.
Crecer en la pobreza fue una experiencia muy importante para formar el carácter de Adeodato y le ayudaría en su futuro a comprender mejor las condiciones de miseria material, moral y espiritual.
Sufrió varias discapacidades que le afectaron al habla y al crecimiento (alcanzó una estatura de 1,35 m), pero tuvo, a pesar de todo, una infancia tranquila, dedicándose a los estudios y a prácticas de piedad frecuentemente.
Pero su gran sueño, nunca fue llevado a cabo, pues sus superiores no le permitieron partir nunca, debido principalmente a su frágil salud (cuerpo pequeño, encorvado, pálido, muy endeble, atormentado por muchos achaques, dolor en los ojos, molestias de estómago y artritis deformante), además de su impedimento en el habla, por lo que no podía dedicarse a la predicación.
Otro breve período de actividad misionera comenzó en 1905 como vicario del convento de Capodistria, en la cercana Istria, donde inmediatamente se reveló como un asesor espiritual apreciado y solicitado.
A diferencia de otros profesores, el padre Leopoldo, que enseñaba Patrología, se destacó por su benevolencia, que algunos consideraban excesiva y contraria a la tradición de la Orden.
También por esta razón, probablemente, en 1914 el padre Leopoldo fue repentinamente relevado de la docencia.
El padre Leopoldo, en efecto, era culto y agudo, comprensivo y empático con todos los que acudían a él, tratando a la gente con gran sensibilidad.
Diariamente todo tipo de personas acudían para recibir consuelo y consejo espiritual, por lo cual fue apodado como "mártir del confesionario", pues llegaba a haber momentos en los que confesaba durante 15 horas al día.
Hablando con médicos les decía: «el derecho a nacer y a la vida es sagrado e inviolable y por eso no sólo hay culpa, sino maldición y condena inexorable, para los que a él se oponen; ninguna finalidad médica, eugenética, social, moral, económica puede servir de justificación para tal supresión».
Igualmente inflexible se mantenía ante los maridos violentos con sus esposas o los infieles.
Fuertemente apegado a su patria, el padre Leopoldo había mantenido su ciudadanía austríaca.
Sin embargo, se convirtió en un problema en 1917, con la derrota de Caporetto.
Como otros "extranjeros" residentes en el Véneto, en 1917 fue sometido a investigaciones policiales y, como no tenía intención de renunciar a su ciudadanía austriaca, fue enviado al sur de Italia.
Durante este viaje pudo encontrarse con el Papa Benedicto XV en Roma.
Ya nunca más dejará Padua en lo que le quedó de vida.
Allí pasará cada momento de su ministerio sacerdotal en la confesión sacramental y en la dirección espiritual.
La noticia de la muerte del padre Leopoldo se difundió rápidamente en Padua.
- «El derecho a nacer y a la vida es sagrado e inviolable y por eso no sólo hay culpa, sino maldición y condena inexorable para los que a él se oponen; ninguna finalidad médica, eugenética, social, moral, económica puede servir de justificación para tal supresión».
«Oh mi querido San Leopoldo, sabes cuánto nos asusta tener un tumor y ahora este que dijiste nos está afectando de cerca, ayúdame tú que lo has vivido en fe y esperanza.
Señor Jesús, apoya a todos aquellos que como yo están en tratamiento contra el cáncer.
San Leopoldo, piénsalo e intercede ante el Padre para que nuestros corazones encuentren la verdadera paz y serenidad.