El problema de la penitencia o el perdón ofrecidos a quienes habían pecado gravemente tras el bautismo era un asunto pendiente en la Iglesia de los primeros siglos y la poca documentación existente muestra que dado que no existía una determinación teórica definitiva, las distintas comunidades tenían una disciplina variada al respecto.
Entre los autores tampoco la normativa a seguir era constante: Tertuliano, por ejemplo, abre la posibilidad de una penitencia por pecados graves públicos en su obra De poenitentia pero luego, en su período montanista lo rechaza y hasta se burla de quienes creen que pueden conceder el perdón divino a tales pecados (cf.
Así, tras años de tranquilidad y crecimiento, la Iglesia cristiana se veía nuevamente perseguida con violencia.
En esta ocasión muchos apostataron o evitaron la muerte sin testimoniar su pertenencia a la Iglesia.
El papa Cornelio tomó la misma vía de Calixto ofreciendo el perdón a los apóstatas aunque con condiciones.