Localizada al interior montañoso en la zona A de Ubalá, se llega a la vía que conecta aquella con el vecino municipio de Gachetá (y por ende hacia Bogotá) a partir del casco urbano hasta kilómetro 4,1 al occidente y luego tomar la carreteable de la reserva natural de 1,6 km hacia el norte.
Según quienes cuentan estos relatos, hay bastantes leyendas y mitos en cuyo fondo yacen los ritos secretos del pueblo chío que hacía parte de la Confederación Muisca.
[2] Cuando algún profano se acerca a sus orillas, las olas de la laguna, como mecidas al principio por un blando céfiro y al compás de extraños pero armoniosos ruidos, atrae a su indeseado visitante hasta donde más le es posible, para luego, después de tornarse enfurecida y violenta, atraparlo en sus mismas ondas y devorarlo en su profundidad ignota.
Otras veces los visitantes son invitados por la presencia de una gallina de oro y de tamaño más que el natural, a cuyos cloqueos sus polluelos corren tras ella para perderse en sugestiva visión entre los juncos y los lotos y las hierbas ribereñas.
Hay ocasiones en que los rizos de la laguna son surcados por barcas solitarias movidas por fuerzas misteriosas o por el mohán, que transformado en acuático dragón, lanza sórdidos rugidos, a cuyo eco las nubes del cielo raudas se acumulan para caer tempestuosas sobre la laguna y sus contornos, hasta anegarlo todo e impedir que el curioso regrese sin su castigo merecido.