Un día, al finalizar la tarde, la madre de Isireri comenzó a llamarlo a gritos pues no lo encontraba por ninguna parte.
Después de un momento, la madre escuchó la voz de su hijo diciéndole "¡Meme chicha!, ¡meme chicha!"
Poco después, la mujer presenció cómo el lugar se llenaba de agua y corrió a pedir ayuda a su aldea.
Al volver con otros pobladores, todos vieron sorprendidos que el sitio se había convertido en una inmensa lagua de aguas cristalinas.
El niño, sin embargo, no apareció nunca más, razón por la cual decidieron nombrar a la laguna Isireri en honor al niño, a quien además nombraron "jichi" o espíritu tutelar del cuerpo de agua.