Muestra a un toro que ha corneado al picador y la punta del pitón asoma tras ensartar completamente su muslo.
La masa ya no es un conjunto de individuos, sino el público anónimo que se amalgama en la grada y que conforma una multitud con características propias, similares a la que contempla el espectáculo en el cuadro de la misma serie Los cómicos ambulantes.
De técnica abocetada, pincelada suelta y enérgica e intenso cromatismo, es una obra en la que Goya pretende reponerse y reanudar su actividad como pintor tras la grave enfermedad que le aquejó a fines de 1792 y de la que aún no estaba completamente restablecido.
Esta pintura fue fuente de inspiración para Pablo Picasso, que elaboró numerosas variaciones sobre este tema goyesco.
Es posible, según hipótesis de Glendinning, que el artista aragonés, que era aficionado a la Tauromaquia y pudo hacer sus pinitos como novillero en su juventud, y más, tras el riesgo sufrido en su enfermedad (posiblemente debido a la acumulación de plomo, el saturnismo), se compare a un torero por tener en común la exposición ante el juicio público y compartir la posibilididad del fracaso, exorcizando así sus flaquezas de un modo simbólico.