La muerte de Eurídice

El proyecto decorativo, en el que también participaron otros autores como Velázquez, se ejecutó a partir de 1636, cuando se enviaron desde Amberes a Madrid más de sesenta obras.

Durante su camino, Orfeo tuvo que sortear muchos peligros; empleando su música, hizo detenerse los tormentos del inframundo (por primera y única vez), y, llegado el momento, ablandó los corazones de Hades y Perséfone, los dioses del inframundo,[2]​ que permitieron a Eurídice que volviera con Orfeo al mundo de los vivos, con la condición de que él caminase delante de ella y no mirase atrás hasta que hubieran alcanzado el mundo superior y los rayos de sol bañasen a la mujer.

A pesar de sus ansias, Orfeo no volvió la cabeza en todo el trayecto: ni siquiera se volvía para asegurarse de que Eurídice estuviera bien cuando pasaban junto a un demonio o corrían algún otro peligro.

Entonces, ya por la desesperación, Orfeo volvió la cabeza para ver a su amada; pero ella todavía no había sido completamente bañada por el sol, y aún tenía un pie en el camino del inframundo, así que se desvaneció en el aire, y esa vez para siempre.

No obstante, Quellinus añade elementos como la serpiente que mordió a Eurídice o la lira identificativa de Orfeo, que ayudan a clarificar el tema.