El bamboleo de ciudades, mujeres, espacios y tiempos hacen que la novela se haga tan pesada como un auténtico viaje en tren.
Pero a lo largo del viaje el personaje va pasando revista al hoy (con sus fantasías sobre sus acompañantes en el compartimento del tren) al ayer (sus viajes anteriores, sus visitas anteriores, sus vivencias con su amante, con su mujer...) e incluso al mañana (anticipa lo que cree que va a hacer en Roma).
La modificación se opera, pues, a lo largo del trayecto: Léon acaba por darse cuenta de que el binomio Cécile-Roma es inseparable y que es inútil llevar a su amante a París, porque la rutina destruiría la pareja, como ya ha destruido de hecho el matrimonio de Léon.
La oposición entre la Roma pagana (Cécile) y la cristiana (la esposa) es un tema central del libro.
A este respecto, es extremadamente significativo que, en varios flashbacks de la historia, el personaje principal esté leyendo las cartas de Juliano el Apóstata.