Cuando Ben-Abed descubrió la relación entre Zahara y Fernando, decidió casar a su hija con el sultán de Damasco.
Ante la negativa de Zahara, su padre la golpeó y ella confesó su amor por Fernando.
A la mañana siguiente, Zahara vio que los almendros del monte estaban en flor, aunque no había nevado.
Sin embargo, llegó tarde para salvar a Fernando, quien ya estaba muerto.
Al día siguiente, la gente descubrió que la roca del monte Benacantil había tomado la forma de la cara de Ben-Abed, y se propagó la creencia de que había sido castigado divinamente, con su rostro quedando eternamente expuesto a los elementos naturales.