La Vaquilla del Ángel

El festejo más arcaico es el del toro ensogado, que corre por las calles el lunes entre los quiebros de los mozos.

Ya en vida del venerable Francés de Aranda (1356-1441) era costumbre llevar a la cárcel de la ciudad varios toros para que fueran capeados por los presos y muertos después para su consumo.

Debido a la bravura de las reses eran transportados atados con dos fuertes cuerdas para impedir que se desmandaran.

La gente que se hallaba por las calles, encontró un aliciente emocional en la provocación a los astados por los lugares donde pasaban, amparados en la seguridad de las maromas.

El lugar donde el toro y la estrella se detuvieron es ahora la plaza del Tórico.

Cuando el reloj da las cuatro y media, el alcalde sale al balcón del Ayuntamiento para proclamar: «¡Vaquilleros, la vaquilla es vuestra!, que suene el campanico».

Es impresionante la salida del toro de los toriles con toda su fuerza y verle envestir a un muñeco de paja, en ese momento se le añade la baga que es otra cuerda que limita más los movimientos del toro.

[11]​ A partir de las 18:00 h. los toros ensogados corridos por la mañana recorrerán las calles del centro.

Varios son los testimonios sobre las fiestas de toros que dieron como resultado La Vaquilla del Ángel.

Tal hecho bien pudo ser un precedente histórico de la actual Vaquilla, pues los tres ingredientes básicos no han cambiado.

En el siglo XVIII, una rica dama turolense, inspirada en la tradición de correr toros y celebrar las fiestas del Ángel Custodio, tuvo a bien elegir la fiesta del Ángel para obsequiar todos los años a la ciudad con un par vaquillas o toros que eran corridos por la plazoleta de la Catedral, calles adyacentes y plaza del Mercado.

A partir de 1880, cuando esta dama ya no pudo costear el festejo el Ayuntamiento se hizo cargo del mismo.

Junto a este festejo taurino, los otros actos festivos que se celebraron hasta 1880 fueron: la salve de la víspera y la misa solemne del domingo.

En 1908, el ministro de la Gobernación, Juan de la Cierva, prohibió a la ciudad correr las vaquillas ensogadas por calles y plazas durante las fiestas del Ángel como consecuencia del maltrato que se propinaba a las reses.

Terminada la guerra civil y con un Teruel en estado lamentable se empezó el desescombro para que la vida cotidiana de sus habitantes volviera a fluir sobre sus calles.

Firmaron sus estatutos en septiembre de 1942 trece personas, las reunidas en ese momento, aunque los peñistas fueron más.

No son aceptados en un principio por el grueso del público, que les dedica toda clase de improperios.

Pero la peña siguió y ya en años posteriores se fueron incorporando a la fiesta nuevas peñas como La Parra, Los Despistaos, Club-Coyote, Venerable Francés de Aranda, El Último Club, Los Mansos, El Trago, La Botera, Club-Stud-Trab, Club Bachijorna, La Alegría y Los Corsarios.

Las peñas eran todas de calle, pues los locales sociales todavía no se estilaban.

Esbozó un proyecto para el próximo año 1953 de mejorar y ampliar La Vaquilla otorgando importantes premios en metálico a las peñas mejor organizadas, acuerdo que por la premura de tiempo y por requerir trámites administrativos, no se pudo cumplir ese año, pero no obstante las peñas vaquilleras recibieron un obsequio del Ayuntamiento, si bien modesto, con un carácter simbólico, para que por lo menos se pudieran tomar sus componentes «una cerveza» como regalo de la corporación.

Aunque solo cinco contaban con orquestina, las peñas inscritas alcanzaban la veintena: El Despiste, Los Corsarios, La Reina, El Trago, La Alegría,“Club-Stud-Trab, Atarés, Rosbegam, Club Bachijorna, Los Marinos, El Último Club, Guadalaviar, Estudiantil Soc.

Promesas, El Macho, Venerable Francés de Aranda, Chinchón, Los Caireles, Los Flamencos y Los Labriegos.

Nueve de ellas, quizá silo interesadas en la pequeña subvención, no salieron al año siguiente.

Todos estos acontecimientos de frustración peñista tuvieron su repercusión un año más tarde, concretamente en 1968.

Las conversaciones mantenidas con el ayuntamiento fueron bastante desafortunadas por ambas partes no llegando a ningún acuerdo, por lo que las peñas, desafiando al Consistorio, amenazaron con cerrar los locales y muchas de ellas así lo hicieron.

La creación de nuevas peñas se estancó bastante en los años 70, pues solamente seis peñas a lo largo de la década saltaron a la palestra vaquillera: El Ajo,[14]​ Refundada, El Chasco, La Unión, El Despadre, El Agüelo y El Torpedo.

Mal vistos por los socios de las peñas, la palabra «gorrón» fue usada por los peñistas durante bastantes años.

Las relaciones de las peñas con el Ayuntamiento poco a poco fueron encauzándose, llegando en esos años ochenta el entendimiento, aunque siempre hubo sus más y sus menos, culminándose en 1989 con la creación de la Asociación Cultural Interpeñas, que aglutinó a todas las peñas existentes.

En definitiva, hoy no se podría pensar en una Vaquilla del Ángel sin el consenso o participación de las peñas.