Se trata de una obra excepcional por ser muy escasas las tablas francesas realizadas entre 1380 y 1420 que se conservan, tan solo una docena[1] (ya que muchas fueron destruidas, especialmente durante la Revolución francesa[2] y en las revueltas religiosas), y pocas o ninguna de la calidad de esta.
[4] En la colección del Prado supone una novedad absoluta, puesto que no había ninguna obra de estas características.
De hecho cuando un comitente encargaba una obra a un pintor, el azul ultramar, al igual que el oro, se facturaba aparte y se especificaba contractualmente la superficie del cuadro que iría en ese color.
Las figuras del duque y de santa Inés estaban tapadas por un grueso repinte cuando la obra entró en el Museo en febrero de 2011 para realizar un estudio previo a su adquisición.
Por otra parte, el uso de microscopio, algo inusual, fue posible por las reducidas dimensiones de la pieza y por tratarse de una pintura primitiva, ejecutada al temple, mientras que los repintes se realizaron al óleo, y su granulometría es muy distinta, el óleo es mucho más rugoso y eso facilitó su identificación visual.
[4] La obra pertenecía a una coleccionista particular que prefirió mantenerse en el anonimato.