Justiniano II

Debido a las victorias de su padre Constantino IV, las fronteras orientales del Imperio eran estables y el califa Abd al-Malik pagaba un tributo al emperador.

La paz en Oriente brindó a Justiniano la posibilidad de dirigir su atención hacia los Balcanes.

A la cabeza de este ejército, emprendió una gran campaña contra los eslavos en los años 688 y 689.

Se consideró un gran éxito bélico la brecha que consiguió abrir hasta Tesalónica.

Esta política tuvo excelentes resultados al contribuir a la reactivación económica y demográfica de buena parte del Imperio.

Además, las tribus eslavas asentadas ahora en Opsikion formaban una leva militar de 30 000 hombres.

El traslado de los chipriotas afectó sensiblemente los intereses del Califato, y puesto que Justiniano II, consciente de su superioridad, rechazó con menosprecio las objeciones del califa Abd al-Malik, se reanudó la guerra.

Entre 692 y 693 el emperador lanzó una fallida campaña contra los árabes, en que las nuevas tropas eslavas se pasaron al enemigo.

Sin embargo, el mayor significado histórico del Concilio Quinisextum corresponde a aquellas decisiones que ponen de manifiesto las divergencias de las dos iglesias, la oriental y la occidental; apenas se había llegado a un acuerdo dogmático una década antes, en el Sexto Concilio ecuménico.

La milicia de Roma, y especialmente la de Rávena, se opuso con tal énfasis a las pretensiones del enviado imperial que éste tuvo que apelar a la generosidad del Papa para poder salvar la vida.

Este desafío al poder imperial quedó impune, ya que poco después Justiniano II era destronado.

Bajo Justiniano II, la política gubernamental tomó un cariz antiaristocrático muy acusado, y la naturaleza brusca y provocativa del joven Emperador que no retrocedía ante el empleo de la fuerza, llevó la oposición a una situación extrema.

Tanto capataces como trabajadores eran azotados y lapidados si no estaban a la altura de las exigencias del Emperador.

Justiniano, alertado por su mujer del complot, estranguló con sus propias manos a los dos jázaros y huyó en un bote pesquero.

Sin embargo, este ejército no pudo nada contra las murallas de Constantinopla.

La ciudad, sorprendida, fue presa de pánico, Tiberio huyó dejando el campo libre a su audaz rival.

Justiniano, medio enloquecido por la mutilación, las humillaciones y los diez años de destierro, llevó a cabo una brutal venganza.

Como castigo por haber coronado a Leoncio, el patriarca de Constantinopla, Kallinikos I, fue depuesto y le sacaron los ojos.

Todos sus opositores, así como aquellos sospechosos de serlo, fueron perseguidos y exterminados.

Poseído por una furia vengativa insaciable, olvidó en su ceguera sus deberes más urgentes para con el Estado, desatendió la guerra con los enemigos del Imperio y consumió todas sus fuerzas en la pugna agotadora con sus enemigos internos, reales o imaginarios.

Allí el ajuste de cuentas debía ser todavía más cruel que en Rávena, pero finalmente le costó la cabeza a Justiniano.

Mosaico de un joven Justiniano II en la Basílica de San Apolinar en Classe , Rávena .