En 1855 participó por primera vez en el Salón de París, lo que no dejará de hacer en años sucesivos, contabilizándose hasta 1898 setenta y dos retratos presentados.
Durante su estancia en Roma estudió a los grandes maestros italianos.
En este período aumentó su interés por los desnudos femeninos, pintando el primero en 1863.
Este mismo año, la pérdida de sus padres y su hermana lo sumergen en una severa depresión, superadada la cual, regresó a París con una visión y un acercamiento diferente al arte.
Reconocido retratista, su obra La Verdad, un desnudo femenino con un espejo (Museo de Orsay) le otorga la consagración y el reconocimiento del público.